28.10.2016
5 (desiguales) referencias gastronómicas de Madrid
BACHE, MADRID – ¡OTRA SORPRESA EN CHAMBERI!
Me encantan los sábados, es el día en el que solemos salir en familia de expedición culinaria. También me encanta el barrio de chamberí. Tuve la oportunidad de habitarlo unos años y me parece uno de los de más sabor de la capital. Chamberí nos ha deleitado con magnificas sorpresas gastronómicas en los últimos años. Piensen, por ejemplo, en Nakeima o Bacira. Este sábado hicimos un nuevo descubrimiento.
Bache reside en un local de dos pisos, estrecho y largo, en el inicio de la calle Rodríguez San Pedro al lado de la preciosa Plaza del conde Suchil. Mesas pequeñas a los lados y una barra con banquetas altas para picar al fondo del piso de abajo. Incómodo, poco trabajado y menos invertido. Poca ambición. Sorprende la multitud de camareros que circulan por el local y, si bien el servicio es muy atento, el ritmo de cocina sufre de algunos parones. La carta, de verdad, una sorpresa. Gran ambición. Llama la atención por diferente.
Como siempre, decidimos compartir todo para probar más platos. Correcta la ensaladilla de carabineros con una emulsión en la que sobresalía el sabor del crustáceo. Sorprendentes y agradables los trigueros ahumados con huevos pochados y salsa romesco. Contundentes las gyozas de carrillera, bien hechas, pero sabor demasiado fuerte. Excelente el sándwich japo-cubano, un bao de cerdo con alga wakame y especias. Aún mejor el taco de pollito a la Pantoja, mechado y muy sabroso. Insuperable el soft Shell crab con majao de cacahuete, no se lo pierdan. Acabamos con el carpaccio de presa con alga nori y langostino que, resultando muy apreciable, nos supo a poco después de los soberbios platos anteriores y en el que la salsa de soja necesitaba de rebaja. De postre un milhojas de crema y frambuesas que, sorprendentemente, no dice nada.
Con la decepción del postre acabamos esta magnífica expedición gastronómica. Una estupenda sorpresa. Volveremos. Además, la cuenta, sin resultar barata, no es excesiva. Comida para 4 (bebidas aparte) 90 euros. Más de lo que pide el local, pero mucho menos de lo que exige la cocina.
PIU TREINTANOVE, MADRID –BUENA PASTA
Nuevo italiano cerca de casa. Dado que somos adictos a la buena pasta no tardamos en probarlo. Local de un antiguo bar, con la barra a un lado y sala amplia. Mesas y sillas cómodas con suficiente espacio entre comensales. Muy escasa o nula inversión que resulta en una decoración con muy poca personalidad. Servicio atento y profesional con buen ritmo.
Comenzamos por compartir dos raciones de la yema de huevo frito con viera asada y crema de patata, resultó por debajo de las expectativas que siempre asignamos a los platos de yema ya que la fusión no añade. De segundos tres pastas y un risotto. Raviolo abierto relleno de berenjena y stracciatella de burrata, spaghetti con coladura de carabineros sobre carpaccio de gambas y l’amatricciana. Todos al dente, perfectos de cocción y con salsas y condimentos muy logrados. También resulto excelente el risotto de espárragos, queso de oveja y carrillera crujiente de cerdo. De postre compartimos una pannacotta y un tiramisú (todo muy italiano) que, siendo agradables, bajaron un poco el listón.
Dado que fuimos con descuento del 30% del tenedor la comida para cuatro (bebidas aparte) nos costó 93 euros. Hubiera resultado cara sin el descuento. Otro restaurante, y cada vez hay más, con mayor ambición en la carta que en el local.
Algo caro pero, para mí, junto a A Vanvera y Sinfonia Rossini, la mejor pasta hoy en día en Madrid.
80 GRADOS, MADRID –“A MI… ME GUSTA”
Conocíamos el 80 grados de la calle Manuela de Malasaña y decidimos, un sábado, ir a probar el del barrio de Las Tablas. El concepto de 80 grados es algo diferente a lo habitual.
La oferta se basa en lo que ellos llaman miniplatos, pequeñas raciones, que cotizan a unos 5 euros. También tienen algunas raciones para compartir. Te avisan que los platos no salen por orden predeterminado, sino cuando van saliendo de la cocina por lo que pueden llegar a la mesa todos a la vez. Hay que comer rápido, pero es ideal para compartir.
Local despejado, luminoso y limpio. Las mesas muy juntas lo que lo hace algo incómodo. Servicio rápido y amigable, aunque no muy detallista. Ritmo endiablado. No se debe desdeñar la estrategia de pedir la comida en más de una comanda para comer con mayor tranquilidad.
Fuimos cuatro a compartir el mayor número de viandas posibles, así que hubo de todo como en botica. Olvidables las bravas y el dumpling de pato (desgraciadamente de este habíamos pedido dos). Razonables el bocabit negro y el tartar de salmón con crema de aguacate y mango. De repetir todo lo demás, los fingerchips de pollo con salsa de miel y mostaza, el huevo trufado con patatas y jamón en vaso, la XS burger, el mollete al vapor de secreto ibérico, los ñoquis con salsa de setas y parmesano y, especialmente, las empanadillas de langostino. También disfrutamos con los postres, una tarta de queso, también en vaso, y una galleta oreo con helado de caramelo.
Disfrutamos como enanos, aunque atropelladamente. Comida para cuatro (bebidas aparte) por 66 euros. Un chollo. Además, los mediodías laborables, hay menús del día por 12,5 y 13,8 euros. En Madrid, de un tiempo a esta parte, comer bien y variado no es necesaria- mente caro.
RESTAURANTE A’BARRA, MADRID – ¡QUÉ DIFÍCIL ES LLENAR LOS ZAPATOS DE “UN GRANDE”!
Nace A’Barra con gran ambición. Por una parte, superar a su hermano mayor, el Albora de Jorge Juan, que en pocos años se ha convertido en un referente del buen comer y ha logrado una merecida estrella Michelin. Por otra, llenar el espacio dejado por el Bodegón, uno de los restaurantes de palabras mayores que ha tenido Madrid.
A pesar de que la apuesta parece haber dotado a la empresa de los recursos suficientes, no cubre ni de lejos, por lo menos aun y dudamos que lo consiga nunca, ninguno de estos dos ambiciosos objetivos.
Magnifico y espacioso local en la calle del Pinar, antaño ocupado como hemos dicho por el Bodegón, en el que se ha realizado una obra que lo dota de modernidad y luz. A la izquierda en la entrada se sitúa una barra para picar y al fondo, donde siempre, un amplio y cómodo salón con las mesas muy separadas. Decoración trabajada y moderna. Servicio atento y detallista, quizás demasiado encima. Hasta aquí todo perfecto.
¿Entonces que no nos gustó?. No nos enamoró la comida, muy liviana para la ambición del local. Nos disgustó profundamente que las cantidades de lo que queríamos compartir de primeros las decida el camarero sin avisar. Por fin, nos pareció excesivo el precio para lo degustado.
¿Qué que tomamos?. Para compartir canelón ibérico Joselito, poco logrado y pulpo a la brasa con caldo ahumado, lo mejor de la cena si obviamos el precio. Los segundos olvidables, chipirones, bogavante y bonito. Los postres sin más, brevas con queso y un milhojas relleno.
¿Cuánto Salió?. Cena para 4 (bebidas aparte) por 243 euros. Hay infinidad de sitios en Madrid donde comer mejor por menos dinero, sin necesidad de cambiar de Grupo pueden ir al Albora. Ese si lo recomiendo.
DE LA RIVA, MADRID –UN CLÁSICO ALGO SUBIDITO DE PRECIO
Hace casi 20 años que lo frecuento y no me canso de ir. Tres o cuatro veces al año caen seguro. No será la mejor casa de comidas de Madrid, la comida no siempre es perfecta, las mesas están pegadas unas a las otras y no son cómodas, en los últimos años se han subido pelin a la parra, y sin embargo, yo me siento en casa.
Esta vez una comida de negocios. Puede parecer raro ir a un restaurante con tan poca intimidad para hablar de cosas serias, pero como dice un buen amigo “en De la Riva te oye todo el mundo pero no te escucha nadie”.
Local cercano a Paseo de la Habana en la cuesta de Cochabamba. Un minúsculo bar da entrada a una sala ruidosa y siempre abarrotada al mediodía (a la noche cierra). En el bar gente esperando ya que doblan mesas continuamente. Mesas con mantel blanco y sillas de madera. Decoración basada en grandes botellas de vino. Ninguna concesión a la estética moderna. La misma pinta que tenía hace 20 años. El servicio, rápido y coloquial, parece llevar toda la vida en el local, lo mismo que una parte importante de la parroquia.
Una vez en la silla (incomoda), Jose, el dueño, viene a tomar la comanda de pri- meros. Por supuesto sin carta. La lista siempre es lo suficientemente extensa y apetitosa para que te entren grandes dudas. En esta ocasión picamos boletus salteados, deliciosos, y unos mejillones, hermosos, en salsa.
Tras los primeros vuelve Jose con la comanda del segundo. Inmediatamente los platos en la mesa. Correctos los bocaditos de merluza y muy sabrosos los salmonetitos fritos (ración de decena!!).
Otra nueva visita y de nuevo a casa contento a pesar de la dolorosa. ¿El pre- cio?. Barato no es. Siendo muy generoso yo diría asequible. Comida para 2 (bebidas aparte) 80 euros. ¿Qué quieren?, siento debilidad.