15.12.2019
Arima: Un oasis en la calle Ponzano
Es evidente que un comedor incomodo no es garantía de comer bien, pero no me negaran que conocen varios locales donde les da pereza ir porque saben que no van a estar a gusto, pero acaban cediendo ante la insistencia de sus papilas gustativas. Uno de esos sitios es Arima.
Y es que hay varios argumentos poderosos para no ir a cenar a Arima. Está en Ponzano, territorio hostil para los de mi edad. Tiene turnos a la hora de la cena el fin de semana, 20:30 o 22:30, o muy pronto o muy tarde. Atravesar la zona de bar con bloqueos y empujones resulta desagradable y trabajoso. Y para colmo, el objetivo es un comedor pequeño e inhóspito. Por lo menos esta vez no nos tocó la mesa de al lado del baño, si, esa que tienes que apartarte cada vez que uno de los clientes del bar tiene a bien acudir a miccionar.
Eso sí, me encanta Arima. Barra y mesa. ¿Qué me estoy contradiciendo?, claro. Ya saben, el antes y el después. Y es que después de cenar en Arima todo es relativo.
Cena para dos parejas un viernes en primer turno. Empezamos por una gilda joxefa cada uno. Si no la han probado ¿a qué están esperando?, ya tardan, soberbia. Después unos puerros confitados. Les contaré un secreto, a mi no me gustan los puerros, pero los de Arima parecen espárragos, también soberbios. Un txangurro al horno, agradable pero discreto, para acabar con una txuleta muy meritoria. Uno de los serios problemas de Arima es decidir entre carne y pescado, sobre todo el rodaballo, ya que ambos los manejan con soltura. De postre un queso de cabra francés potente y un pastel vasco con fuerte sabor a almendra.
En la copa llegaron los del segundo turno y nos tuvimos que ir. Si no llegan a lo mejor cenamos de nuevo. Servicio amable, agradable y buen ritmo. La dolorosa no resulta asequible pero es manejable, cena para cuatro sin bebidas unos 150 euros. Con bebidas un pelín más…
A mí me encanta.
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