17.03.2020
Beta y Alfa
¿En qué consiste el Capital Asset Pricing Model (CAPM)? ¿Qué es el riesgo sistemático? ¿Cuál es la relación entre rentabilidad y riesgo? ¿Qué representan los coeficientes Beta y Alfa en la inversión? ¿Cómo afectan estos coeficientes a la gestión activa y pasiva? ¿Por qué los gestores activos buscan generar alfa?
Antes de entrar en el fondo del asunto, es preciso hacer una breve introducción al modelo CAPM.
Capital Asset Pricing Model (CAPM)
CAPM proviene de Capital Asset Pricing Model. El CAPM es un modelo desarrollado por William Sharpe. Este modelo permite estimar la rentabilidad de un activo financiero en función del riesgo. Concretamente del riesgo sistemático.
El riesgo de un activo financiero se divide entre riesgo sistemático y riesgo no sistemático. Entendemos por riesgo sistemático el riesgo propio del mercado. El riesgo no sistemático, por su lado, es el riesgo intrínseco del activo financiero. Es decir, el riesgo que depende del propio activo.
El riesgo sistemático se mide a través del coeficiente beta, que a continuación explicamos.
Este modelo (teórico) parte de un equilibrio de mercado (oferta es igual a demanda). Igualmente, supone que la relación entre la rentabilidad y el riesgo es directa. Es decir, a mayor riesgo, mayor rentabilidad.
La fórmula de este modelo explica que la rentabilidad esperada de un activo es igual a la rentabilidad sin riesgo de ese activo, más la beta multiplicada por la diferencia entre la tasa de rentabilidad del mercado menos la tasa de rentabilidad sin riesgo.
Coeficientes Beta y Alfa
El coeficiente Beta nos muestra la variación de la rentabilidad de un activo financiero con respecto a un mercado medido normalmente a través de índice de referencia.
Cuando la Beta sea mayor que 1, el activo financiero será más volátil que el mercado. ¿Qué quiere decir esto? Que, si el mercado sube, el activo financiero sube más que el mercado. Y si el mercado baja, el activo financiero bajara más que el mercado.
Beta muestra la sensibilidad de un activo financiero con respecto a los movimientos del mercado. Es decir, mide el riesgo sistémico de un activo.
Por su parte, Alfa es la rentabilidad adicional que obtiene un gestor de inversiones sobre el mercado medido a través de un índice de referencia. Un Alfa positiva significa que el gestor está añadiendo valor al activo financiero. Un alfa negativa implica que lo está detrayendo. Cuanto más alto sea el coeficiente Alfa, mayor es la incidencia del gestor sobre un fondo.
¿Cómo afectan estos coeficientes a la gestión activa y pasiva?
Por lo general, los fondos de inversión se comparan con un índice de referencia. Es una comparación en términos de rentabilidad. Partiendo de esta comparación, podemos decir que la gestión activa pretende batir el rendimiento del índice de referencia. La gestión activa tiene una estrategia diseñada para superar el índice que toma como referencia. En la gestión activa el gestor escoge los activos financieros de forma selectica para batir el índice de referencia. Para ello, en la mayoría de los casos, utiliza métodos de análisis fundamental de información con equipos de gestores especializados.
Por su lado, la gestión pasiva es lo contrario a la gestión activa. No hay selección de activos financieros en los que invertir. Se replica el índice de referencia, por ello, también es denominada gestión indexada.
En términos Alfa y Beta, la gestión pasiva carece de Alfa. No tiene lo que podríamos llamar el valor añadido del gestor que selecciona compañías.
Una de las grandes diferencias entre gestión activa y pasiva, de cara al inversor, son las comisiones. La gestión activa requiere contratación de equipos de gestión lo que encarece la inversión. La gestión pasiva, como decíamos, replica un índice. No requiere un selector de activos, lo que hace que sus costes sean menores.
La gestión pasiva está en alza. Ello puede deberse a las comisiones y/o a que la alfa no ha sido lo sufrientemente atractiva para los inversores. Estamos asistiendo a un trasvase importante de flujos de gestión activa hacia gestión pasiva a nivel mundial.
Los vehículos principales de gestión pasiva son los ETFs o fondos indexados. Por el contrario, la gestión activa se suele llevar a cabo a través de fondos de inversión.
Conclusiones
Para escoger un producto financiero en el que invertir, es importante tener en cuenta dos coeficientes imprescindibles: beta y alfa. Ambos coeficientes explicarán la rentabilidad de un producto financiero. En el caso del coeficiente beta, mostrando la sensibilidad del producto financiero al mercado medido con un índice de referencia. Por su parte el coeficiente Alfa, nos explicará el valor añadido que es capaz de aportar un gestor.