11.11.2019
La Tajada
Comencemos por el final, no volveremos.
Parece que la competición (o la pasta) está en el picoteo, por eso casi todos los chefs se han lanzado a segundas marcas centradas en comida mas informal. También lo ha hecho Iván Sáez, alma mater de Desencaja, el irregular restaurante de Paseo de la Habana. Ojalá su nueva aventura adolezca del mismo defecto, ya que si no es así le auguramos poco futuro.
El local, apenas a 50 metros de la casa madre, no resulta cómodo, pero es limpio y luminoso. Falla la acústica, ya que se oye casi todo, incluidos los gritos del poco avenido servicio. Mesas bajas y altas sin mantel. Carta apetecible con un poquito de todo. Servicio amable pero muy desordenado.
Comida de sábado para tres, todo para picar. Empezamos con las patatas bravísimas (según la carta) y apenas bravas según los comensales ya que la salsa escaseaba en unas patatas cuya única característica reconocible era haber sido recalentadas varias veces. Croquetas de correcta bechamel, pero escaso sabor, y suponemos presencia, de jamón. Alitas de pollo con salsa agridulce correctas.
Como casi siempre, los segundos resultaron peor. Un arroz con carabinero servido en una paellera de ración, crudo en la mitad izquierda e insípido en ambas. Unas costillas de cerdo, sin apenas salsa y demasiado hechas en las que los huesos aparecían machacados de forma que el tuétano se mezclaba con la carne de la costilla. En tono positivo hay que decir que el ritmo fue rápido excepto en el caso de la cuenta que tardó veinte minutos en llegar.
Comida para tres 60 euros, bebidas aparte. El comentario de unos de los comensales al saber que se trataba de una segunda marca de Iván Sáez fue el siguiente: “Habrá que decirle que se dedique en exclusiva a la caza, que eso le sale bien”. Lo dicho, no volveremos.