22.01.2017
Robots
Un chino entra por una puerta de un restaurante en la Conchinchina, una cámara graba su cara, el chino se sienta y al instante el camarero le trae su comida preferida, aunque no haya sido cliente anteriormente. Un obrero de la siderurgia sufre quemaduras de tercer grado en accidente de trabajo, lo trasladan directamente al centro médico de referencia, y al instante una impresora 3D empieza a imprimir los metros de piel que le serán injertados en quirófano. Un robot biomédico interpreta las mutaciones masivas de un conjunto de enfermos de leucemia linfocítica crónica y encuentra el conjunto de vías genéticas defectivas que hacen que la prognosis del enfermo sea deficiente. El robot concluye que en el sistema inmunitario está afectado, identifica las posibles dianas terapéuticas y muestra a los médicos los posibles medicamentos que ya están aprobados, o como diseñarlos. Un paciente entra en un escáner, que es capaz de detectar las células cancerígenas incluso en estadillos precoces y controlar a un robot para que le administre una combinación de tratamientos que curen al paciente. A las pocas horas de la intervención éste sale del quirófano de su propio pie. En el quirófano del al lado a otro enfermo le instalan un corazón artificial. Un joven ingeniero de telecomunicaciones apasionado por las finanzas desarrolla un robot que es capaz de tomar decisiones autónomas en el mercado bursátil. Parte de 100 euros y al cabo de un año se compra un apartamento en Madrid. La barrera de un aparcamiento de abre automáticamente al detectar que hemos pagado el estacionamiento. El juez del caso XYZ se pone unas gafas especiales y es capaz de detectar cuando el acusado está mintiendo: el Sr. B decide declararse culpable e ingresa en la orden de cartujos.
Dice bien el castellano viejo que a perro flaco todo son pulgas. En un país como España donde la creación de empleo parece la asignatura pendiente de nuestra historia, no hace mucho tiempo algún sindicato salió en los medios de comunicación, incluso especializados, sugiriendo que los robots deberían cotizar a la seguridad social. No soy especialista en cuestiones tan complejas, pero frases tales como: “debería examinarse la necesidad de exigir a las empresas que informen acerca de en qué medida y proporción la robótica y la inteligencia artificial contribuyen a sus resultados económicos, a efectos de fiscalidad y del cálculo de las cotizaciones a la seguridad social”, son testimonio de un mal entendimiento de estas técnicas. No creo que se pueda ni se deba poner puertas al campo, hay que surfear la ola, y las empresas y los trabajadores tienen que esforzarse en implementar verdaderas políticas de innovación, de formación y desarrollo. Cuando era pequeño, y no me considero viejo, existían oficios que hoy han desaparecido. Hoy existen otros que nadie de nosotros hubiese imaginado. Para atrás sólo andan los cangrejos, sobre todo cuando escapan de un “xarago”. Lo único tengo claro es que es imposible diseñar un robot que sea capaz de cocinar la fabada que hacía mi madre, ni el arroz con leche que preparaba con cariño mi abuela. Todo lo demás, es posible.